Hace poco un bloguero al que mantengo en el “economato” (a menos que se manifieste) me comentó que aún sigue rulando de correo en correo el bulo de la fenilpropanolamina y, lo que es peor, hay quien se lo cree y lo difunde con total convencimiento y escaso espíritu crítico y ganas de contrastar la información. En una época del año en la que hay resfriados por doquier y narices atascadas da grima pensar que un spray para la nariz pueda tener ese principio activo “tan peligroso”.

Ya en 2009 me llegó un correo que rezaba “Medicamentos con riesgo de muerte! REENVIAR! Y GUARDAR EN BUEN LUGAR SIEMPRE!” en el que hablaban de los riesgos de tomar medicamentos en cuya composición entrara la fenilpropanolamina, ya que podía causar la muerte. Así de claro y explícito, acompañado de una lista de medicamentos que había que eliminar para siempre jamás de nuestras vidas.Tremendo y tremendista, por supuesto, como todos los hoax de este tipo.

La fenilpropanolamina es un fármaco simpaticomimético (dicho en fino y cristiano, que imitan los efectos de la adrenalina en el cuerpo) utilizado principalmente como descongestionante nasal. En un resfriado favorecen la constricción de los vasos sanguíneos de la nariz, disminuyendo la inflamación y el taponamiento nasal junto con la famosa “agüilla” o goteo de la napia. Los problemas de su uso y abuso, ya los conocemos. También ha sido usado en fármacos supresores del apetito.

La alarma saltó en el 2000 (sí que es viejuno el tema) cuando apareció un artículo firmado por científicos de la facultad de Medicina de Yale en el que se hablaba de una posible relación entre la fenilpropanolamina y las hemorragias cerebrales. La FDA emitió un comunicado en el que se hacía eco del artículo y pedía la retirada de la fenilpropanolamina y que los medicamentos basados en ella fueran reformulados. Desde entonces no quedan medicamentos con ese principio activo, que se sepa. Esta decisión fue duramente criticada, ya que la FDA actuó antes de que se hicieran nuevos estudios que confirmaran éste y los resultados del artículo no se consideraban concluyentes. Por otra parte, la Agencia Española del Medicamento afirmaba por esa fecha que :

“El estudio antes citado pone de manifiesto una asociación entre la fenilpropanolamina cuando se utiliza como anorexígeno (supresor del apetito) y el riesgo de hemorragia cerebral. Aunque el estudio presenta limitaciones metodológicas que restan validez a sus resultados, el CSMH considera que la magnitud del riesgo estimado es lo suficientemente importante como para concluir que la relación beneficio-riesgo es desfavorable para esta indicación y su uso debería evitarse. Dicha asociación podría estar ligada a la acción vasoconstrictora del producto que tendería a incrementar la presión arterial a dosis elevadas o en pacientes susceptibles.

En España no existe ninguna especialidad farmacéutica que contenga fenilpropanolamina para la indicación de supresión del apetito. De acuerdo con la legislación vigente, no está permitida ninguna preparación magistral que contenga fenilpropanolamina para la indicación de supresión del apetito.

El estudio referido no demuestra un incremento estadísticamente significativo del riesgo de hemorragia cerebral cuando la fenilpropanolamina se utiliza como descongestionante en medicamentos antigripales. En cualquier caso, los datos farmacológicos y epidemiológicos disponibles indican que el riesgo sólo existiría con dosis elevadas de fenilpropanolamina.

Hasta la fecha, no se ha notificado en España ningún caso de hemorragia cerebral asociado al uso de fenilpropanolamina y en Europa se han notificado 5 casos; en todos ellos las dosis administradas fueron elevadas o los pacientes presentaban factores de riesgo para la aparición de hemorragia cerebral.”

Creo que no es necesario incidir más en el tema y que ha quedado claro que para que ocurra ese temido efecto adverso sería necesaria una dosis bastante elevada, lo cual es complicado que suceda por la escasa cantidad que se administra uno y por la aparición del efecto rebote antes de que realmente se llegue a esa dosis “letal”.Ah, y las dudas acerca de la metodología usada para el estudio de marras.

Ah, lo que sí dicen que tienen mucho peligro son los tranchetes, cuidadín…

 

Desde primero de carrera es un clásico que te venga tu abuela con su “analís” con unos cuantos asteriscos y te pregunte algo preocupada qué es lo que le sale y si lo que tiene alto es “el colesterol bueno o el malo”. Yo como hematoblasta en periodo de diferenciación y maduración me encuentro además con otra pregunta: ¿qué diantres veis en un hemograma?Mmm…intentaré contarlo de forma sencilla.

Miramos primero el hematocrito. La sangre tiene una parte líquida, llamada, plasma, en la que nadan glóbulos rojos, glóbulos blancos, plaquetas, proteínas, etc. El hematocrito es el porcentaje de eritrocitos que tenemos del total de sangre y que disminuye en caso de anemia (menos cantidad de eritrocitos) o hay un exceso de plasma que provoque que en total haya menor porcentaje de eritrocitos respecto al total de sangre.

Además del hematocrito, una serie de siglas preocupan a quienes me suelen preguntar con su analítica en la mano:

- VCM: volumen corpuscular medio, indica el tamaño que tienen sus eritrocitos. Si son demasiado pequeños o grandes hay que investigar un posible fallo en su fabricación o su forma. Se mide en fentolitros.

- HCM: hemoglobina corpuscular media. Cada eritrocito tiene en su interior una estructura que es la verdadera encargada del transporte de oxígeno, la hemoglobina. Con el HCM vemos el peso de hemoglobina que tiene cada eritrocito de media. Se mide en picogramos.

- CHCM: concentración hemoglobina corpuscular media. Mientras que la HCM mide el peso medio de hemoglobina en cada eritrocito, la CHCM calcula mediante una fórmula la concentración media de hemoglobina que hay en cada eritrocito.Se mide en gramos/decilitro

- ADE: amplitud de la curva de distribución eritrocitaria, en inglés RDW. Si no tenemos ningún problema en nuestros eritrocitos, todos son de un tamaño muy similar y al hacer una gráfica viendo el número de eritrocitos y su tamaño sale muy picuda, con muchos eritrocitos del mismo o casi mismo tamaño; sin embargo, cuando hay una gran heterogeneidad de tamaños porque algunos estén defectuosos o se fabriquen mal, la gráfica sale anchota y más aplanada, mostrando que hay eritrocitos diferentes.

¿Para qué sirven todos estos parámetros? No es mi finalidad escribir aquí un minitratado de Hematología, así que lo resumo en que si se conoce bien qué es cada parámetro y cómo se altera en cada tipo de anemia (no todas son las anemias que se curan tomando suplementos de hierro) podemos saber qué tenemos ante nosotros y cómo tratarlo si es posible.

Tras todos los parámetros relacionados con los glóbulos rojos vienen los glóbulos blancos o leucocitos: linfocitos, neutrófilos, basófilos, eosinófilos, monocitos. Nos indican alteraciones del sistema inmune e infecciones, fundamentalmente. Creo que poco puedo comentar en este apartado.

Por último, las plaquetas, esas maravillosas “lapas” que se pegan a las heridas y favorecen su taponamiento. Es común que en una anemia por déficit de hierro o una infección se eleven un poco, es lo que se conoce como “trombocitosis reactiva” (cuántas veces habré tenido que tranquilizar a alguien en Urgencias al ver en su informe que tenía “muchas plaquetas”).

Cada especialidad de Medicina tiene su miga, algo que la hace especial y “apta para“. Hematología también tiene lo suyo. De R1 yo veía la corteza y ahora que soy residente de segundo año me estoy adentrando en la miga y viendo sus características.

Hematología es para culos de mal asiento. Un hematólogo no sólo ve anemias y leucemias, no, un sangrólogo va más allá. Es el médico que controla la coagulación de la sangre, el que maneja con finura las distintas heparinas y le explica a los abuelos cómo tomarse el “sintró” y el “documá”. El que explica con tiento y simplificación que la coagulación se mide por el grado de espesor o liquidez de la sangre y por qué nos interesa que esté de cierta manera.

Es el médico que está pendiente del Banco de Sangre, ese depósito de las bolsas de sangre para transfusión, el que vigila que sea completamente compatible y la persona que la vaya a recibir no tenga ninguna reacción a esa sangre ajena y se ponga malísimo. Al pensar en compatibilidad de sangre pensamos en tener la sangre del grupo A, B ó 0 y en el famoso Rh, pero desconocemos que hay otros factores a vigilar para que realmente sea compatible.

Muchas personas confunden a los hematólogos con los que hacen los “analises de sangre“. Pues no. Tenemos una gran parte de laboratorio, pero eso no quiere decir que seamos quienes pongamos los tubitos de sangre en el sitio correspondiente para analizarlos. Observamos la sangre al microscopio cuando sospechamos que hay poquitas plaquetas en sangre o que hay una leucemia, por poner dos ejemplos. Revisamos los análisis de sangre cuando sale algo raro que nos indica que las células que tenemos en la sangre, sea glóbulos blancos, glóbulos rojos, plaquetas, no van bien.

Otras especialidades tienen sus pruebas características, por ejemplo los de Digestivo tienen las endoscopias digestivas. Nosotros tenemos el aspirado y la biopsia de médula ósea. Al principio nos impresiona pensar que estamos taladrando hueso para obtener una muestra o sudamos como pollos cuando nos topamos con un hueso duro. O nos da yuyu poner la analgesia para que el paciente no tenga dolor alguno, nos cuesta manejar una aguja.

Hematología es una especialidad para personas fuertes y valientes. Fuertes a la hora de encarar la parte oncológica de esta especialidad y sobrevivir a la primera vez que se sale aguantando las lágrimas de la habitación de un paciente en la fase final de su cáncer, fuertes para saber sobrellevar las peleas a hostia limpia con la de la guadaña. Valientes a la hora de tomar decisiones, porque nuestros pacientes son muy delicados y el que se pone malo, se pone malo-malo-malo.

A grandes rasgos, así es mi especialidad…