Tal como afirma García Colodro en este artículo en El País, “Fuera del ámbito de la profesión sanitaria pocos se habrán enterado y, menos aún, le darán importancia, pero el día 6 de agosto el Gobierno ha publicado en el BOE el certificado de defunción del sistema MIR tal y como lo conocemos ahora.”
La formación MIR (Médico Interno Residente) lleva más de 30 años funcionando. Los médicos terminamos la carrera y nos presentamos a unas oposiciones donde, hablando rápido y mal, nos dan una plaza de becarios por 4-5 años en el hospital que elijamos según la oferta disponible y la puntuación que hayamos sacado en el examen. A lo largo de esos años vamos adquiriendo responsabilidad de forma gradual, siempre tutorizados por un médico adjunto que vela por nuestra correcta labor, supervisa nuestra formación (y que no la caguemos diagnosticando y tratando a ningún paciente). Cuando termina ese periodo de formación, en teoría, somos médicos hechos y derechos, con casi 30 años, más de 10 años estudiando y el título de FEA (Facultativo Especialista de Área) bajo el brazo, con el que ir echando curriculums por hospitales y clínicas privadas.
El 6 de agosto, el Gobierno se cargó de un plumazo esa formación. Decidió que había que igualarse a los países europeos del entorno y que, por tanto, lo ideal era que el médico que hiciera ese examen para obtener una plaza de formación no eligiera su plaza definitiva, sino el “tronco”. Es decir, el médico opositor deberá elegir el tronco quirúrgico, médico, de imagen clínica, laboratorio o Psiquiatría y luego estar dos años rotando por las especialidades que conforman ese tronco elegido, pero sin tener en la mano la especialidad en la que uno quiere formarse. Por ejemplo, alguien que quiera ser neumólogo deberá escoger el tronco médico y pasar dos años en Medicina Interna y otras especialidades afines. Cuando acabe esos dos años, según su nota MIR y la evaluación del periodo troncal de 2 años hecha por su tutor (procura caerle bien), elegirá su plaza de neumólogo en el mismo hospital en el que se ha formado los dos primeros años u otro, siempre que la nota le dé para ello.
Todo lo anterior parece estupendo, el neumólogo no se centrará tanto en su especialidad, tendrá conocimiento más amplios y tendrá tiempo en esos dos años de cambiar de opinión por otra especialidad que le atraiga más. Sin embargo, con el sistema antiguo ese mismo neumólogo rotaba 6 meses en Medicina Interna, algunos meses más en otros servicios complementarios del suyo y luego dedicaba el resto del tiempo de formación a su especialidad, mientras que con el sistema nuevo tendrá sólo 2 años (si no lo amplían) de formación concreta.
La reforma no queda ahí. El Gobierno también ha decidido limitar la recirculación de especialistas, es decir, de personas con una especialidad que quiere repetir el examen para lograr una nueva plaza de formación de MIR en otra. Para ello ha puesto un cupo a ese grupo de personas, limitar en la medida de lo posible que usen esa vía como escape al paro (sí, hay médicos en paro) o a la precariedad laboral (no es infrecuente ni raro ver contratos por días o semanas para médicos) o que quieran trabajar en una especialidad que les guste más.
Si algo funciona, no lo toques.
Oiga, ¿y a mí qué me importa? Que se lo curren los médicos, hombre, que gane el mejor. Que esos señoritos se quejan con facilidad. Ajá. Veo que no le importa que le atienda un médico menos formado específicamente. No creo que el neumólogo de mi ejemplo esté contento con que el periodo de aprendizaje de su especialidad se haya condensado en dos años ni que le haya dado tiempo a abarcarlo todo y adquirir experiencia y soltura.