Hace un tiempo, Anna publicó en su blog “El precio de la formación“. Contaba con bastante acierto lo que muchos residentes pensamos: que nuestra formación como médico debe pagarla el Estado, en su defecto la consejería de Sanidad de cada Comunidad. Es cierto que hay cursos bastante buenos ofertados por cada hospital, pero suelen ser cursos generales, yo desde luego no he visto todavía en el mío ninguno que toque un área específica de mi especialidad ¿o algún hematoblasto presente en la sala me puede hablar de un curso de Banco de Sangre, por ejemplo, pagado y dirigido exclusivamente por su hospital?

¿Quiénes suelen ofrecer esos cursos, esos congresos, etc? La empresas farmacéuticas, que colaboran económicamente para que salgan adelante, con los consiguientes conflictos éticos que se nos plantean y la pregunta que ronda por nuestra cabeza, ¿ estoy recibiendo una formación de calidad o me están llevando como una ovejita sin que yo apenas me dé cuenta? Poco consuelo es que los adjuntos nos digan a los residentes que “en los congresos conoces gente interesante que en el futuro te puede ayudar a sacar adelante un proyecto de investigación o a encontrar trabajo” la verdad.

Al hilo de todo esto, leo en Farmacriticxs que la asociación de estudiantes de Medicina IFMSA-Spain decidió no acudir al XX Congreso de la Sociedad Española de Educación Médica al saber que estaba directamente financiada por Pfizer. En su comunicado leo una parte que me gusta y quiero compartir con vosotros:

Primero: las actividades formativas en el ámbito de la Educación Médica se encuentran a menudo patrocinadas por la industria farmacéutica, ya sea a través del patrocinio directo, fundaciones privadas o cátedras patrocinadas. Esta situación se repite en otros ámbitos de la formación médica continuada y a través de gran parte de las sociedades médicas españolas [1].
La influencia de la industria farmacéutica en el entorno educativo médico es una amenaza a la integridad e independencia de su contenido.

Según el informe anual publicado por ACCME [2], el 37% de la formación médica continuada en EE.UU. estuvo financiada gracias al apoyo comercial de entidades privadas con intereses comerciales. La propia organización define este tipo de patrocinio como “contribuciones económicas en función de intereses comerciales”. Si a ello le sumamos los conceptos de patrocinio propiamente dichos, este porcentaje es del 49%, suponiendo unos ingresos anuales
de más de 1.000 millones de dólares.

La propia Cátedra Educación Médica-Lilly, Fundación Lilly o la Fundación para la Formación de la Organización Médica Colegial son ejemplos claros de que esta situación se repite en nuestro país.

Segundo: la influencia de la industria farmacéutica en los estudiantes de medicina ha sido demostrada en numerosos estudios, habiendo una correlación significativa entre la exposición del estudiante al patrocinio y el aumento de criterios de aceptabilidad y pérdida de juicio crítico con respecto a éste [3].

Por ello, consideramos que la limitación y regulación del contacto del estudiante de medicina con la industria farmacéutica es una medida oportuna y necesaria en el contexto actual del desarrollo de la Educación Médica en España [4,5].
Asimismo, consideramos que el comportamiento y actitud crítica de los docentes con respecto al patrocinio y colaboración con la industria farmacéutica es un factor influyente en el comportamiento futuro del estudiante (que ha de estar en caminado al desarrollo de herramientas de juicio crítico con respecto a la industria farmacéutica). Por tanto, el desarrollo y organización de este tipo de actividades habrían de reflejar una postura más favorable para
el desarrollo de entornos que favorezcan la formación del estudiante en este ámbito.

Tercero: de acuerdo con el informe del Comité de Ética y Asuntos Jurídicos de la American Medical Association, de junio de 2008 sobre El apoyo de la industria a la educación médica profesional, “la profesión debería obtener financiación no comercial para sus actividades formativas” y “limitar lo máximo posible el marketing farmacéutico y las actividades promocionales en los campus” [6].

Entendemos que la financiación de una actividad educativa por un empresa farmacéutica, cuyo principal objetivo, por definición, es la promoción de sus productos, representa una tipo de conflicto de interés de naturaleza distinta a los sesgos introducidos por la financiación directa de ensayos clínicos, si bien su influencia a largo plazo constituye un elemento subrepticio más dañino para el estudiante.

Así mismo, la declaración de ausencia de conflicto de interés, aunque exista patrocinio directo, es considerada por numerosas revistas como un sesgo a tener en cuenta debido a la influencia inconsciente que este tipo de colaboración puede inducir [7]. Por ello, entendemos, que la financiación de un evento de esta índole está sujeta a la misma amenaza.

Cuarto: el papel que las instituciones públicas juegan en la organización de eventos de formación médica continuada resulta fundamental. Los costes derivados de su organización deberían ser revisados para plantear alternativas que, no sólo serán más efectivas y mejorarán la calidad del contenido, sino que, además, reducirán costes8. Plantear alternativas y espacios de debate independientes favorecería ampliamente el desarrollo de contenidos para
estudiantes y docentes. Por ello, consideramos que la presencia de patrocinio farmacéutico, en este contexto, podría ser eliminada.

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Hoy hace un año que comencé la residencia. Sí, hoy soy R2. Y como dice la Dra Jomeini, empiezo a verle los agujeritos al queso. Atrás quedan meses de rotatorio, de muchas risas con buenos compañeros, de lágrimas de impotencia, de guardias en Urgencias que han dado para mucho, de conocer a gente estupenda y gente no tan estupenda, de hacerme una idea de dónde me había metido.

Hematología es una especialidad curiosa por los comentarios que suscita. Cuando digo que soy hematoblasta me encuentro con comentarios como que es una especialidad muy bonita, muy completa, que no te aburres nunca con ella porque lo mismo vas al laboratorio que pasas sala, llevas una consulta, te dedicas a la parte de coagulación o a la más oncológica, por ejemplo; y quienes la consideran una maría, que debería ser absorbida a medias por Interna y Oncología, incluso he llegado a leer “si uno pega un pinchazo en el MIR coge Hemato y a tomar por culo”. Yo me limito a sonreir, a estudiar todo lo que puedo y avanzar, ya que para ser una buena hematóloga primero tengo que ser una buena internista y una buena persona. No necesito más. El tiempo se encarga de ir poniendo las cosas y a las personas en su sitio correspondiente.

A estas alturas, conociendo mejor mi hospital, mi servicio, mis compañeros, me siento bastante a gusto con la especialidad elegida e intuyo que fue la mejor elección que pude hacer hace un año aunque a veces lo dudara. Suelo decir que las cosas siempre suceden por algo y todas las vivencias laborales y personales que he tenido en un año compensan con creces todos los momentos amargos.

Para celebrarlo, esta noche cambiaré la cabecera de mi blog. ¿Recordáis el concurso que convoqué? Me quedo con esta cabecera de Mery Snow, que es quien se lleva el libro y los dos marcapáginas. ¡Felicidades!

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Año 1985. Una joven enfermera, que había comenzado a trabajar un año antes, fue destinada con varias compañeras más a un hospital famoso por su amplia planta de Paliativos. Acostumbrada a los Centros de Salud y a los contratos en Urgencias, se vió de la noche a la mañana en una planta con pacientes que no tenían curación o era difícil que la tuvieran, en fase terminal, algunos en un estado deplorable.

A las tres semanas, un médico entró en la salita donde solían desayunar y les preguntó qué les pasaba, que las veía a diario con la cara larga, tristonas, sin la alegría y el bullicio con el que entraron. La enfermera de mi historia le respondió “Pero ¿tú estás viendo lo que entra por estas puertas, qué tipo de pacientes vemos a diario? ¿Cómo quieres que estemos contentas viendo que no podemos hacer nada, viendo a estos pacientes sufrir tanto, con la historia que cargan a cuestas y los familiares histéricos tocando cada dos por tres el timbre al más mínimo movimiento porque están desbordados por la situación?

El médico miró al grupo, sonrió y les dijo que los sanitarios no sólo estamos para curar y mandar a la gente a casa en perfecto estado, sino también para acompañar en los malos momentos y paliar; que los enfermos no vienen como en las películas y las series, perfectamente aseados y con cara de “lechuguita mustia sin llegar a ser lechuga podrida”; que la vida real, con todo lo que implica, era lo que estaban viviendo, las historias que cuentan los familiares, los nervios de quienes no quieren “malgastar” sus vacaciones en acompañar al abuelo ingresado, los nervios de quienes no asumen bien que su padre, su madre, van a morir, los nervios de quienes a la más mínima tos salen corriendo porque temen que se muera en ese instante. Y ahi está la grandeza de la profesión sanitaria, ser capaz de comprender todo esto y dar un paso para ayudar a quienes están pasando por ese trago tan amargo, además de tener paciencia con los familiares hiperdemandantes y nerviosos.

¿Os ha gustado la historia? Esa enfermera era y es mi madre, quien me contó todo esto en un saliente de guardia infernal en el que yo estaba enfadada con el mundo.

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