Recuerdo que en Las dietas milagrosas, Silvia Mielgo me preguntaba por el ácido linoleico conjugado. Concretamente decía “Claro, que el agua no tiene calorías. Leí tu post sobre la L- carnitina y me pareció muy interesante. ¿Podrías explicar algo sobre el ácido linoleico conjugado? Varias personas de mi alrededor están tomando productos con este ácido, como yogures y leche con tonalín. Pero ¿el tonalín es la marca o es una especie de ácido linoleico?”.

Tonalín es la marca comercial, el nombre bajo el que se comercializa este producto. Recientemente se han empezado a vender yogures, leche y hasta zumos con Tonalín, asegurando el adelgazamiento si se toman estos productos de forma continuada durante un cierto periodo de tiempo ( tres meses).

Este caso me recuerda al de los huevos con Omega 3, o las leches con Omega 3. ¿Qué quiero decir con esto? Que se repite el mismo esquema: un producto alimenticio enriquecido con determinadas sustancias al que se le atribuyen una serie de ventajas y de beneficios para la salud, todo ello presentado con un lenguaje pseudomédico a la sociedad, que se ve envuelta en términos de salud, de Medicina, de bienestar, explicando someramente qué es el producto “enriquecedor” sin que el consumidor entienda del todo qué es, cómo funciona y qué propiedades tiene, tan sólo se queda con la cantinela de que es bueno, le va a ayudar a adelgazar, bajar sus cifras de colesterol y otra serie de cosas. Analicemos detenidamente este producto:

1. El ácido linoleico conjugado es un ácido graso esencial que ha sido modificado para dotarle de las propiedades que se publicitan. Un ácido graso esencial es una sustancia necesaria para el organismo que los humanos no somos capaces de sintetizar, con lo que tenemos que obtenerlo a través de los alimentos que consumimos. El ácido linoleico conjugado se encuentra de forma natural en los rumiantes, que sí son capaces de transformar el ácido linoleico en ácido linoleico conjugado gracias a las bacterias que tienen en su estómago.

2. El ácido linoleico conjugado lo podemos conseguir tomando leches y productos derivados. En una dieta normal y completa tomamos la cantidad necesaria para cubrir nuestras necesidades básicas

3. En la publicidad se incide en sus propiedades anticancerígenas, prevención de enfermedades cardiovasculares y diabetes, así como el deseado adelgazamiento. La realidad es que si rastreamos en busca y captura de algún artículo científico independiente que no haya sido financiado por ninguna compañía relacionada con ese producto no encontramos ninguna evidencia de que esto sea así, ni siquiera se ha conseguido demostrar que adelgace o ayude a adelgazar.

4. En el caso de los alimentos enriquecidos, se da la paradoja que hemos señalado muchas veces Shora y yo en algunos artículos y comentarios: la cantidad de grasas que contienen los productos enriquecidos son superiores a las que teóricamente perderíamos consumiendo esos productos con esas sustancias adelgazante, de manera que el efecto neto es nulo. Al hacer el cálculo de la cantidad diaria que tendríamos que tomar de ese producto para que nuestro cuerpo tenga las cantidades mínimas diarias de ácido linoleico conjugado, nos encontramos con cifras disparatadas y absurdas, como es el caso de las leches con omega 3, que para conseguir sus beneficios había que consumir entre 1 y 6 litros de leche diarios aproximadamente. “Casi ná”.

5.¿Y qué pasa con los comprimidos? Pues más o menos lo mismo: por muchos comprimidos que se tome, no está demostrado ni aclarado que se cumpla la promesa de adelgazamiento, prevención de enfermedades ni mejora de la salud. ¿Eso no es un timo? Sí, lo es.

La conclusión es clara: estamos nuevamente ante un fraude, ante una campaña de publicidad engañosa que se aprovecha de la preocupación por la salud que tiene la población para vender sus sofisticados productos a un precio mayor sin que se dé el beneficio prometido por ellos.

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Hace poco, Eugenio comentaba en esta entrada: “¿Compartirías habitación con un sidoso?” que el SIDA es una enfermedad que ha evolucionado de ser mortal a crónica, y que han cambiado muchas cosas respecto a él, ya que en los años 90 se pensaba que sólo lo transmitían los homosexuales y los toxicómanos. Yo criticaba el hecho de que hay muchas campañitas de “Póntelo, pónselo”, pero no he visto aún ninguna campaña que se dedique a informar de verdad, a quitar miedos y despejar dudas. “¿Me puedo contagiar por besarle? Si quiero quedarme embarazada y uno de los dos tiene SIDA, ¿qué podemos hacer? ¿Me puedo contagiar por compartir cuarto de baño? Anda, por error he bebido de su vaso, ¿me puedo contagiar?”. No defiendo que se actúe con despreocupación ni que se piense ” a mí no me va a tocar, no me voy a contagiar”, pero sí defiendo la información, saber exactamente lo que puede pasar, cómo protegerse sin caer en la histeria ni el pánico.

Ahora que viene el verano, os recomiendo un cómic maravilloso: Píldoras azules, de Frederik Peeters. Copio un fragmento de la reseña que hizo Carlos Romá en Karavana:

En esencia, Píldoras azules es la historia de amor entre un joven dibujante de tebeos y una mujer afectada por el virus de inmunodeficiencia adquirida, como su hijo de tres años. Peeters relata cómo vive en ello y con ello, su relación con la mujer, con el niño, con un médico que comparte su sentido de la humanidad con las máximas de Hipócrates…

¿Por qué recomiendo este cómic?

Porque es sencillo y ameno de leer.

Porque muestra la vida cotidiana de una persona con SIDA, sus miedos, sus incertidumbres, las reacciones de quienes le rodean, cómo son las consultas con el médico, qué es lo que les pasa por la cabeza en determinadas situaciones.

Porque me parece una buena forma de divulgar ciertos aspectos de esta enfermedad, de hacer que quien lea esa historia se plantee muchas cosas, entre ellas su actitud frente al SIDA y quienes lo padecen.

Porque aún quedan muchos tabúes y mucha desinformación, miedos y actitudes de marginación. Recuerdo que hace unos años fui voluntaria en una ludoteca en la planta de Pediatría de un hospital. Allí atendíamos a los niños para que jugaran, se relajaran, se divirtieran con otros y no se agobiaran en sus habitaciones. Recuerdo que un día vino una niña con SIDA, con bastante mal aspecto. A mi compañero no se le ocurrió otra cosa que ponerla en otra mesa, apartada del resto de niños, y por supuesto no quería acercarse a ella. Sin comentarios.

Porque el subtítulo que mejor le va a este cómic es “El amor en los tiempos del SIDA”, así de claro.

¿Alguien lo ha leído y quiere dejar su opinión?

La Medicina está en todas partes, hasta en los cómics… ;)

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Con este título tan “explícito” vengo a hablaros de los vasoconstrictores. ¿Vasoqué? ¿Pero no nos ibas a hablar de sprays para la nariz y esos colirios tan fantásticos que evitan que tengamos los ojos colorados un sábado noche?

Hace poco, Ocularis escribió un magnífico artículo sobre los ojos rojos y el uso de colirios para blanquearlos. Me encantó y le pedí permiso para difundirlo en mi blog, a lo que me contestó que por qué no ampliaba el tema y hablaba también de los sprays que usamos cuando tenemos la nariz “atascada” y no podemos respirar bien debido a esa congestión. Me pareció una idea estupenda, este artículo va a ser extenso pero creo que merece la pena comentar detalladamente por qué no es bueno abusar de estos productos, para qué se usan, cuando está justificado su uso y qué alternativas tenemos si no podemos o queremos usarlos.

1. ¿QUÉ OCURRE CUANDO EL OJO ENROJECE O LA NARIZ SE CONGESTIONA?

En el caso del ojo, la parte blanca del globo ocular está recubierta por un tejido casi transparente llamado conjuntiva, de la cual apenas se ven algunos vasos sanguíneos (las “venillas rojas” que tenemos todos). Ocularis ha hablado en varias ocasiones de la conjuntiva, por ejemplo en un artículo sobre las lentillas, artículo que recomiendo leer para tener una mejor idea acerca de esta zona del ojo tan delicada. Cuando sufre una agresión, las venillas se dilatan y se llenan más aún de sangre en una respuesta defensiva inespecífica. Ocurre lo mismo en la mayoría de los tejidos humanos, pero se ve menos (aunque todos sabemos que una zona de piel enrojecida puede deberse a una inflamación, infección, quemadura, etc).

Al dilatarse las arterias y venas de la conjuntiva, parece como si hubiera más vasos sanguíneos. Según la causa que esté agrediendo la conjuntiva, pueden además presentarse otros síntomas: escozor, quemazón, sensación de cuerpo extraño (como si tuviéramos “arenilla”), etc. Algunos de esos síntomas son secundarios a la misma respuesta defensiva que dilata los vasos. Así, aumenta el calor al llegar más sangre, y al crecer un poco el volumen de la conjuntiva, puede notarse cierta sensación de cuerpo extraño porque roza con el párpado y éste le manda una señal al cerebro, “eh, que aquí hay algo más que ojo, tiene que haber algo extraño para que yo note esta presión”.

Un ojo puede enrojecer por muchas causas:por ejemplo en el caso del ojo seco , del que ya ha hablado Ocularis en artículos previos, por una blefaritis a la que también le ha dedicado una entrada, o por una conjuntivitis .

¿Y qué pasa con la nariz? Pues algo parecido: cuando el tejido que recubre la nariz por dentro se siente agredido ( por ejemplo al llegarle un olor muy fuerte, una sustancia a la que se sea alérgico) o en caso de infección o sinusitis, se inflama y los vasos sanguíneos que recorren esa zona se dilatan, se llenan más aún de sangre y aumenta su permeabilidad, exudando líquido, de manera que nos sonamos la nariz y decimos “huy, no tengo mocos, sino que echo agüilla”. Eso es lo que se conoce como rinorrea o secreción nasal.

2. ¿Y QUÉ PODEMOS HACER EN ESTOS CASOS?

Lo más lógico es averiguar la causa y tratarla. En Medicina hay dos tipos de tratamiento: el etiológico, es decir, tratamos la causa que provoca una enfermedad, y el sintomático, en el que aliviamos los síntomas que da una enfermedad, bien porque no sepamos cuál es su causa o porque no podamos curarla directamente. También suele suceder que el paciente demanda rapidez, quiere resultados inmediatos y no acepta con facilidad que el tratamiento requiere un tiempo, cambiar de hábitos o tomar unas medidas especiales.Uno de los tratamientos sintomáticos empleados en estos casos es el uso de vasoconstrictores.

3.¿QUÉ SON LOS VASOCONSTRICTORES?

Son fármacos que constriñen los vasos sanguíneos, que disminuyen su calibre, de manera que dejan de estar dilatados y cesa la inflamación. Así, el ojo deja de estar rojo y la nariz congestionada, dejamos de sentir molestias, ya no lagrimeamos, ni nos escuece el ojo o la nariz, ni tenemos que sonarnos continuamente. ¿Hemos resuelto la causa principal? No. ¿Tenemos síntomas? Tampoco.

4.¿POR QUÉ NO TRATAMOS DE SOLUCIONAR LA CAUSA DIRECTAMENTE EN VEZ DE RECURRIR A LOS VASOCONSTRICTORES?

Porque no siempre conocemos cuál es la causa, es difícil resolver ésta o precisa un tratamiento mantenido y al tratar la causa se tarda más en resolver los síntomas que si vamos directamente a bloquear éstos.Nos hemos vuelto muy prácticos. Conocer y entender nuestro cuerpo, intentar respetarlo y evitar lo que nos daña no es lo que nos suele preocupar. Vivimos muy deprisa, estamos ocupados con muchas cosas como para atender a nuestro cuerpo. Cuando tenemos un síntoma que nos resulta molesto, deseamos eliminar ese síntoma sin más. No nos apetece plantearnos qué va mal. Queremos algo que nos quite rápidamente esa molestia, y que no nos obligue a pensar, perder el tiempo, o mucho menos cambiar nuestra forma de actuar. Al utilizar los vasoconstrictores solucionamos el problema en parte y de forma puntual, porque el ojo o la nariz siguen sufriendo alguna enfermedad o patología que les hace reaccionar y seguir mandando señales para dilatar los vasos sanguíneos y comenzar la inflamación, que no es más que una señal de alarma que tiene nuestro cuerpo y un mecanismo por el que llega más sangre a la zona dañada, sangre que transporta a las células del sistema inmune, nuestras defensas, para defendernos del “agresor”. Como hemos constreñido los vasos sanguíneos, mandan más señales aún para dilatar los vasos sanguíneos, de tal manera que el ojo vuelve a estar rojo y la nariz congestionada, dando lugar al efecto rebote, efecto que se da cuando intentamos mitigar un síntoma y éste empeora con el tratamiento porque el organismo se sobreactiva no sólo frente a lo que le hace daño sino contra el fármaco que le impide manifestar esos síntomas. Si seguimos añadiendo vasoconstrictores, cerramos el círculo vicioso: tengo el ojo rojo, tengo la nariz congestionada, me aplico el colirio o el spray para la nariz, empeoro, me vuelvo a echar…

5. ¿CUÁLES SON LAS PRINCIPALES DESVENTAJAS DE SU USO Y ABUSO ADEMÁS DEL EFECTO REBOTE?

Se puede resumir en:

  • Cronificación del proceso, de manera que los síntomas persistan durante más tiempo y muchas veces se llega a un punto en el que no se pueden tratar siquiera con otros medicamentos.
  • Atrofia de la mucosa nasal ( el interior de la nariz, para que nos entendamos). Esto se produce porque al cerrarse los vasos sanguíneos llega menos sangre a los tejidos; la sangre transporta nutrientes y se lleva productos de desecho, si no llega la suficiente cantidad en el tiempo preciso los tejidos se atrofian y debilitan.
  • Empeoramiento y aparición de nuevos síntomas: ocurre en la rinitis medicamentosa, en la que al tratar una simple obstrucción nasal con vasoconstrictores y abusando de ellos se consigue además que la mucosa nasal se enrojezca y que haya una secreción nasal abundante.

CONCLUSIONES

Utilizar vasoconstrictores en forma de colirios o de sprays nasales de forma puntual puede parecer una buena idea, pero no siempre lo es, sobre todo en el caso de los ojos. Y hacerlo por sistema es totalmente contraproducente y perjudicial. La mayor parte de los médicos se oponen a su uso indiscriminado y prefieren tomar otras medidas más eficaces, aunque el tratamiento sea más enjundioso, largo, aburrido o molesto por tener que cambiar una serie de hábitos, pero es preferible eso a exponerse a las serias desventajas que provocan su uso indiscriminado y prolongado. Un ojo rojo que se deba a falta de lágrimas ( ojo seco funcional) se puede aliviar perfectamente con colirios ( las lágrimas artificiales) sin que haya riesgo de efecto rebote ni efectos indeseables. Una congestión nasal que se deba a una alergia, como es común en esta época del año, se puede aliviar con antihistamínicos, que tienen algunos efectos indeseables leves como una ligera somnolencia pero no causan tampoco efecto rebote. Todo depende de lo que se padezca y no merece la pena automedicarse si se puede llegar a sufrir efecto rebote con todas sus consecuencias e incomodidades.

Agradezco a Ocularis que me dejara utilizar su artículo como fuente de información y por revisar todo lo escrito aquí :)

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