Leí hace tiempo en Medpage Today un post curioso acerca de la utilización de una técnica de artes marciales denominada Tuite para la reducción de una luxación( colocación en su sitio de un hueso dislocado) de hombro .

El Tuite está basado en agarres, torsiones, volteo, bloqueo de articulaciones, presiones y puntos especiales que no deja marcas ni señales del ataque. En el post, el autor explica que utiliza esa técnica cuando debe contener a un paciente intoxicado o psicótico al que se debe colocar una inyección intramuscular de haloperidol (Haldol), provocándole un pequeño dolor localizado que le impida moverse, así como que en una ocasión la tuvo que emplear para reducir a un borracho que atacó a una enfermera. También cuenta cómo consiguió reducir una luxación de hombro a base de Tuite :)

Quien padecía la luxación era una mujer bastante obesa en la que no lograban palpar el relieve de ningún hueso. Como se ve en las imágenes, en una luxación de hombro la cabeza del húmero se desplaza, dejando de estar encajada en la cavidad glenoidea ( el hueco que podéis observar en el omóplato, donde se aloja la cabeza del húmero). Esto provoca dolor, hinchazón e imposibilidad de mover el brazo correctamente. Para reducirla, es preciso sedar al paciente y realizar maniobras de torsión, desplazamiento o tracción del brazo con el fin de colocar el hueso correspondiente en su sitio y formar una articulación funcional y correcta. Se sabe que la maniobra ha sido un éxito cuando se oye un chasquido muy carácterístico, algo así como “clank”. Da grimilla, sí, pero te asegura que el hueso está en su sitio.

El autor cuenta que un compañero suyo, más musculoso que él ( se necesita bastante fuerza para colocar una articulación en su sitio, los traumatólogos suelen ser los más fuertes del hospital 😀 ) intentó sin éxito reducir la luxación. En la radiografía posterior a las maniobras se comprobó que el hombro seguía igual de dislocado. Entonces, él se acordó de una técnica que había aprendido, que implicaba bloquear la muñeca, el codo y el hombro, no muy útil para defenderse pero que ejercía una considerable presión sobre la cabeza del húmero, facilitándole insertarla de nuevo en la cavidad glenoidea y conseguir así “desluxar” el hombro.

“Cogi su mano derecha con mi mano derecha, deslicé mi mano izquiera por debajo de su antebrazo, luego hacia arriba a lo largo de la curvatura de su codo, por encima y por detrás de su brazo. Presioné hacia abajo su mano derecha, haciendo palanca contra mi brazo izquierdo mientras tiraba y empujaba un poco su húmero con mi mano izquierda. Inmediatamente, sin titubeos, el hombro entró de golpe con un audible y satisfactorio clank”

(traducción libre del texto).

Así, con mucha maña y menos fuerza que su compañero, logró la reducción sin problema alguno, haciendo palanca y aumentando de este modo la fuerza aplicada para poder encajar la articulación.

Si McGyver hubiera sido médico… 😉

Muchas veces habremos oido a alguien decir “estoy tomando antibióticos, así que no puedo beber alcohol” o conocemos anécdota de quien no guardó esa precaución y estuvo un par de días bastante mal. Esa persona sufrió en sus propias carnes el “efecto Antabus“.

El etanol contenido en cualquier bebida alcohólica es degradado por el hígado para ser posteriormente eliminado por los riñones en forma de agua o por los pulmones en forma de dióxido de carbono. En el interior de las células hepáticas el etanol sufre una serie de cambios, siendo transformado en sustancias más sencillas e inocuas que sean fácilmente eliminables gracias a la acción de unas enzimas hepáticas, la alcohol deshidrogenasa y la aldehído deshidrogenasa. La alcohol deshidrogenasa convierte el alcohol en acetaldehido, y la aldehido deshidrogenasa continúa la cadena de reacciones para formar dióxido de carbono y agua que se eliminan con la respiración y la micción.

Existen sustancias que al ser ingeridas consiguen alterar la aldehido- deshidrogenasa, lo que impide que el etanol se degrade de forma correcta, formándose un producto derivado del él, acetaldehído, que no puede seguir degradándose y se acumula en el organismo. A la unión de la sustancia a esa enzima y el posterior acúmulo de acetaldehído se le denomina “efecto Antabus”. Poniendo un ejemplo algo grotesco, es como si hiciéramos la masa de un bizcocho pero no la cociéramos y la tomáramos de esa forma, sin terminar de hacerse. Ese acetaldehído es un tóxico que provoca malestar general, mareos y vértigos, rubor facial, ojos rojos, palpitaciones, bajada de tensión, náuseas y vómitos. También pueden aparecer sudoración, visión borrosa y disminución del nivel de conciencia ( una somnolencia bastante profunda, “atontamiento”, etc).

Los medicamentos que provocan estos efectos son, principalmente, antibióticos, como las cefalosporinas y los nitroimidazoles, antimicóticos como la griseofulvina y antidiabéticos como la clorpropamida y el metronidazol, un buen antiinfeccioso ( tiene efecto bactericida y antiparasitario, por lo que se le pone este nombre tan general). En todos ellos, en los prospectos viene indicado de forma clara que la ingesta de alcohol al mismo tiempo causa el efecto Antabus. El nombre del efecto proviene de un medicamento, Antabus (nombre comercial) cuyo principio activo es el disulfiram. Este fármaco se emplea en la deshabituación al alcohol, de modo que el paciente que lo ingiera sufrirá todos los efectos anteriormente mencionado. Tal como indica el Medimecum, los efectos del disulfiram duran hasta 14 días y son lo suficientemente potentes como para ayudar a quien padezca alcoholismo crónico a abandonar el hábito de beber.

Así que ya saben…si beben, no se mediquen 😉

Nota: este mismo artículo lo pueden encontrar en Museo de la Ciencia y fue revisado al comprobar que tenía algunos errores.

“Si te gusta la Medicina,te apasiona lo que haces, te gusta escribir, por qué no escribes sobre la Medicina, mostrando que no sólo está en el hospital y los consultorios?”.

Y aquí me tienen, haciendo caso a esa sugerencia :)