A los médicos nos enseñan a favorecer la vida, protegerla y encauzarla hacia la mejoría. Pocas veces nos enseñan a asumir que ya no se puede luchar denodadamente por ella y que nuestra mejor labor será paliar los síntomas que el paciente sufre.
Esa labor, la de los cuidados paliativos, no siempre es bien entendida por el paciente y los familiares. No entienden que se “tire la toalla“, ¿no sería mejor otro ciclo de quimioterapia, de radioterapia, otra operación…?¿No es tarea del médico luchar hasta el final, si el paciente tiene ganas y quiere seguir hasta el final?
Es duro asumir que se ha llegado al capítulo final, que los beneficios de un tratamiento no superan a los riesgos de los efectos secundarios. Proliferan los charlatanes como setas, regalándole los oídos al paciente, prometiéndole que la “Medicina alternativa” le dará lo que la “Medicina oficial” les niega.
Surgen los miedos, las dudas y las búsquedas por internet. De repente, el paciente sufre un ataque de dolor que no se calma con los analgésicos más suaves. O sufre una crisis de asfixia. Y se oye al médico comentar que se le va a poner un poquito de morfina para aliviar esos síntomas. “Madre mía, que ya está listo de papeles, que lo va a sedar“. Y surge la pregunta de “cuánto tiempo le queda, para llamar a la familia y organizar cosas“. El médico parpadea. No, mire usted, he indicado que se le administre morfina en dosis bajitas para poder aliviarle ese dolor y esa asfixia, no voy a iniciar una sedación paliativa. Además, para poder llevar a cabo ésta, debería tener un síntoma refractario o que el paciente esté agonizando. Y para poder sedarle tengo que pedirle el consentimiento al paciente o, si no estuviera en condiciones de razonar, debo mirar si dejó firmada su Voluntad Vital Anticipada con las instrucciones que dejara al respecto o preguntarle a sus familiares de primer grado para que den su consentimiento en nombre del paciente. No me vale que la familia me comente que “no pueden más“, siempre se debe buscar el bien del paciente y paliar su situación, no inducir a la muerte.
¿Y qué se considera un síntoma refractario? Pues mire usted, un síntoma que no se consigue controlar, como una disnea (asfixia) que no se controla con oxígeno ni con fármacos por un médico experto y en un tiempo razonable, un dolor insoportable (lo que antiguamente se conocía como cólico miserere) que no se alivia con ningún analgésico incluso a dosis máximas, por poner dos ejemplos.
“Entonces….¿le va a acortar la vida con la sedación?” Mire, no es la intención primaria, una sedación paliativa busca disminuir el nivel de consciencia para que el paciente esté tranquilo, sin enterarse de los síntomas, sin sufrir. No buscamos “acabar ya” como manifiestan algunos familiares, sino aliviar al paciente.
“Bueno, pero si le está poniendo morfina es que ya está para morirse, ¿no?“. No, mire, la morfina en sus diversas presentaciones (pastillas, subcutánea, intravenosa…) es un potente analgésico y disminuye la sensación de asfixia de una forma eficaz, no sólo se administra a los pacientes agonizantes.
“Mire, yo quiero que me lo deje sedado durante la noche y me lo despierte durante el día para hablar con él y que pueda comer algo“. En situación de agonía o de síntomas refractarios, lo menos importante es comer, ya se le mantiene con los sueros; además, no es tan fácil sedar a alguien y despertarlo a demanda ni es lo que le va aliviar el sufrimiento.
Esta historia es vieja, manida, se repite mil veces. Y siempre me quedo con la sensación de que queda mucho por hacer en el camino de los Cuidados Paliativos y de alivio del sufrimiento psicológico y las dudas del paciente y su familia.